sábado, 13 de febrero de 2010

Ahora es demasiado tarde, princesa.

Querido príncipe azul:




Si sostienes esto en tus manos es porqué sabes que algo has echo mal. Que me voy a ir de todos modos aunque me supliques y te arrastres pidiéndome aun más clemencia de la que te he dado. Que me voy y que por momentos me pierdes sin poder ponerle remedio alguno. Te das cuenta de que ahora es cuando pronunciaré ¿Quién me ha robado el mes de Abril? ¿Como pudo sucederme a mí? Y te darás cuenta de que tu me has robado mucho más que un mes de Abril. Pero a pesar de todos tus errores, voy a cometer mi último error. Marcharme, dejarte atrás, empezar a caminar para no volver jamás la vista hacia atrás por ti a pesar de que me consuma por dentro. Hacer lo que hacen los cobardes en lugar de cogerte y decirte a lo cara lo muy cara dura, egoísta, materialista, estúpido e imbécil que llegas a ser. Porque no tengo el suficiente valor como para quedarme sentada a tu lado intentando llamarte de todo cuando realmente lo único que conseguiría es seguir idolatrando cada una de tus preciosas sonrisas, tus ojos de color chocolate que tanto consiguen que me funda y tus manos de infarto que tan bien saben acariciar y abrazar. O tus labios y tus hoyuelos tímidos que aparecen tras cada una de tus sonrisas, tu olor a perfume que es lo mas similar al éxtasis que jamás haya podido tener entre mis manos. Y a pesar de eso me voy. Me voy porqué si me quedo me arrepentiré de no haber echo que todo a tu alrededor fuera de color rosa cuando tu estabas al borde del más profundo y abismo negro. Me voy porque no quiero seguir consumiéndome por no poder crear un mundo entre tu y yo, me voy porqué sé que para cuando te des cuenta de que soy yo quién desea tu felicidad por encima de todo lo existente en la tierra y que quiero enseñarte a volver a vivir y a enamorarte del amor, yo ya no estaría de todos modos. Y es llegados a este punto cuando te voy a decir lo mucho que te odio, porque a pesar de que me amas con todo tu ser y te has negado a reconocer la obviedad durante todo este tiempo, no has tenido el valor de salir corriendo a buscarme al leer solamente la primera frase de toda esta carta. Pero así es más fácil. Para ti, y para mí. Es más fácil reconocerlo en la distancia, cuando no te puedo tener porque ahora, a estas alturas, ya habrás derramado como mínimo una lágrima y te habrás dado cuenta de que mientras tú estás parado, leyendo estas palabras vacías de filigranas, yo ya me estoy marchando, yo ya estoy yéndome cada vez un centímetro más lejos de ti. Pero ¿que más da? Al final todo esto no ha sido más que una preciosa y ofuscada utopía de mi mente, otro estúpido cuento de hadas donde al final todo acaba al revés de como debería. Ni hay príncipe, ni hay princesa.




Cojo el Ave con destino hacia Madrid, estación de Sants a las 22:37. No me falles.